“Nuestra Señora escuchaba las palabras de su Hijo, uniéndose a su dolor: ¿Qué podía hacer Ella? Fundirse con el amor redentor de su Hijo, ofrecer al Padre el dolor inmenso—como una espada afilada—que traspasaba su Corazón puro”.
Ofrezcamos hoy a nuestra madre, la Virgen María: Entregar los "imposibles" a Dios
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