“No es por eso extraño que la Iglesia se alegre, que se recree, contemplando la morada modesta de Jesús, María y José. Es grato recordar la pequeña casa de Nazaret y la existencia sencilla que allí se lleva, celebrar con cantos la ingenuidad humilde que rodea a Jesús, su vida escondida. Allí fue donde, siendo niño, aprendió el oficio de José; allí donde creció en edad y donde compartió el trabajo de artesano. Junto a El se sentaba su dulce Madre; junto a José vivía su esposa amadísima, feliz de poder ayudarle y de ofrecerle sus cuidados”.
Ofrezcamos hoy a nuestra madre, la Virgen María: Vivir en armonía en nuestra familia terrenal, olvidando los errores pasados y renovándonos cada día con mucho entusiasmo.
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