Bendito nombre de Guadalupe, ¿Cómo expresar este sentimiento? ¿Cómo expresar esta devoción? ¿Cómo expresar esta pasión?
Nuestra Virgen Morena, la que nos protege y nos cobija bajo su Santo Manto, la que nos guía. Un sentimiento, una devoción, una pasión que se va transmitiendo de generación en generación. Esa alegría cuando llegas a su casa, esas lágrimas que se te caen cuando estas delante de ella.
Esta Fe, que nos mueve, que hace que nos volvamos peregrinos, unos haciendo el camino a pie, otros a caballo, otros en bicicleta y los que más en coche o autobús. Días de convivencia, de fervor guadalupano, días de alegría, de llanto y de gozo, de ver a nuestra Morenita allí en su trono, esperando nuestras súplicas, nuestras gracias por los favores recibidos, nuestras promesas cumplidas...
¿Quién no se ha emocionado alguna vez delante de la Santísima Virgen? ¿Quién no ha sentido ese ardor, al contemplarla?
Y es que este sentimiento, tan enraizado en nuestros corazones, aún estando fuera de nuestra tierra extremeña, hace que volvamos nuestra mirada hacia nuestra Virgen, nuestra Patrona y nuestra Reina.
Este clamor popular hacía la Santísima Virgen de Guadalupe, diversas en sus expresiones y profundas en sus causas, nos brota del amor a Dios, pues A Jesús siempre se va y se “vuelve” por María.
Es un río de sentimientos, un camino de recuerdos, son tristezas y alegrías que todo peregrino experimenta kilómetro tras kilómetro, hacia el reencuentro con su Madre, la Santísima Virgen de Guadalupe.
Por lo tanto, la Santísima Virgen, por su íntima asociación con Cristo, dispone, en cierto modo, del tesoro de las riquezas del cielo y las distribuye “como Ella quiere, cuanto quiere, a quienes quiere y cuando quiere”. Podemos pues, estar contentos, porque la Santísima Virgen de Guadalupe no permitirá la condenación de sus devotos.
Nuestra Virgen Morena, la que nos protege y nos cobija bajo su Santo Manto, la que nos guía. Un sentimiento, una devoción, una pasión que se va transmitiendo de generación en generación. Esa alegría cuando llegas a su casa, esas lágrimas que se te caen cuando estas delante de ella.
Esta Fe, que nos mueve, que hace que nos volvamos peregrinos, unos haciendo el camino a pie, otros a caballo, otros en bicicleta y los que más en coche o autobús. Días de convivencia, de fervor guadalupano, días de alegría, de llanto y de gozo, de ver a nuestra Morenita allí en su trono, esperando nuestras súplicas, nuestras gracias por los favores recibidos, nuestras promesas cumplidas...
¿Quién no se ha emocionado alguna vez delante de la Santísima Virgen? ¿Quién no ha sentido ese ardor, al contemplarla?
Y es que este sentimiento, tan enraizado en nuestros corazones, aún estando fuera de nuestra tierra extremeña, hace que volvamos nuestra mirada hacia nuestra Virgen, nuestra Patrona y nuestra Reina.
Este clamor popular hacía la Santísima Virgen de Guadalupe, diversas en sus expresiones y profundas en sus causas, nos brota del amor a Dios, pues A Jesús siempre se va y se “vuelve” por María.
Es un río de sentimientos, un camino de recuerdos, son tristezas y alegrías que todo peregrino experimenta kilómetro tras kilómetro, hacia el reencuentro con su Madre, la Santísima Virgen de Guadalupe.
Por lo tanto, la Santísima Virgen, por su íntima asociación con Cristo, dispone, en cierto modo, del tesoro de las riquezas del cielo y las distribuye “como Ella quiere, cuanto quiere, a quienes quiere y cuando quiere”. Podemos pues, estar contentos, porque la Santísima Virgen de Guadalupe no permitirá la condenación de sus devotos.
¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE!
¡VIVA LA PATRONA DE EXTREMADURA!
¡VIVA LA REINA DE LAS ESPAÑAS!
Mª Guadalupe Cordón.
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